El Soldado que fué Rescatado

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Soy un soldado, vestida con una hermosa armadura, brillante, fuerte, creada para mi estatura y mi cuerpo. Descubrí que soy más hábil con algunas de sus partes que con otras, pero sigo practicando. Cuando decidí convertirme en soldado, aprendí que cada parte de esta armadura tiene un propósito en mi vida. Cada pieza de la armadura representa una virtud o herramienta espiritual esencial para mi defensa y la victoria en mi vida cristiana. Con ella podre vencer a lo que antes me vencía. 

 

Para que la armadura sea efectiva debo de mantenerme ejercitándome, como lo hace un buen soldado. Cada día debo fortalecerme más en ella para que cuando llegue el tiempo de guerra poder vencer para la Gloria de Dios. Hoy me reafirmo en ella porque se que: 

 

• El Cinturón de la verdad: me mantienen siendo honesto, sincero y fiel a la verdad que me revela Dios

• La Coraza de justicia: protege mi corazón y mi alma para mantener la integridad y la rectitud en mi vida cristiana.

• El Calzado del evangelio de la paz: me permite caminar con confianza, llevando el mensaje de paz y reconciliación.

• El Escudo de la fe: me ofrece protección contra los ataques del enemigo y me mantiene con una confianza inquebrantable en Dios

• El Yelmo de la salvación: Protege mi mente de las dudas y los engaños para mantener mi esperanza y la seguridad en la salvación en Cristo Jesús. 

• La Espada del Espíritu (la Palabra de Dios): Es la única y poderosa arma ofensiva que puedo utilizar para defender la verdad y atacar las mentiras del enemigo. 

 

Como soldado debo de permanecer vigilante, activa, practicando y ejercitándome para cuando lleguen los tiempos de desafíos y confrontaciones. He tenido muchas victorias y también caídas, pero nunca me había quedado dormida y este fue mi mayor error. Al quedarme dormida se me cayo la Espada del Espíritu y con ella todas las demás partes de mi armadura se debilitaron.  Al despertar me encontré indefensa, grite, pregunte, dude, llore, clame, pero cuando adore, mi Capitán vino y me rescato; me llevo a encontrar mi espada y toda mi armadura tomo forma y con ella, me llene de fuerza para retomar el propósito que Él me ha designado. 

 

Con paciencia esperé que el Señor me ayudara, y él se fijo en mi y oyó mi clamor. Me saco del foso de desesperación, del lodo y del fango. Puso mis pies sobre el suelo firme y a medida que yo caminaba, me estabilizó. Me dio un canto nuevo para entonar, un himno de alabanza a nuestro Dios.  Salmos 40: 1-2 NTV

 

¡Bendiciones del cielo!

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Elizabeth   

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